Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Romanos 2:21-23.

Como venimos señalando, una de las formas en que el enemigo procura desterrar a Dios de la mente de la gente es la inconsecuencia de los creyentes; es decir, la contradicción que hay entre los principios que profesan y su conducta. No estoy diciendo que los cristianos deban ser perfectos, pero el mundo tiene derecho a esperar una armonía básica entre lo que profesan ser y su comportamiento.

Es notable, irónico y lamentable que miles de personas se declaren cristianas pero que apenas uno escarba un poco en su manera de pensar encuentre que su cosmovisión de la vida, su ideología y sus principios no tienen nada que ver con la Revelación de Dios a través de la Biblia. Su mente, sus opiniones, están basadas en distintas otras fuentes (filosofía y psicología seculares; opiniones de la sociedad, de la gente famosa; sus propias ideas personales; etc.) antes que en las enseñanzas de Cristo.

A través de la historia, Satanás se las ha ingeniado para que la iglesia se alejara de los principios de amor, pureza, misericordia, humildad, tolerancia, bondad y servicio, que son la esencia de la vida cristiana.

Además, el mundo cristiano, en forma mayoritaria, hoy se encuentra en un estado de secularización, de materialismo, que revela que a la mayor parte de los creyentes solo le importa la vida presente, y quieren gozarla plenamente, para lo cual se los ve tan preocupados por la adquisición y el disfrute de bienes materiales como el ateo y materialista más recalcitrante. Íntimamente ligado a todo esto, está la vida inconsecuente, la conducta moral anticristiana de tantos profesos creyentes.

Por eso, hoy el compromiso de los cristianos, el que Jesús nos invita a asumir a ti y a mí, es dejar de “jugar” a ser cristianos, para decidirnos de corazón a ser cristianos de verdad. Jesús lo merece. El mundo lo necesita. Tus seres amados lo necesitan. Te lo debes a ti mismo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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